miércoles, 3 de abril de 2013

Mamamia


 

María Sánchez  se llamaba mi bisabuela materna, su nombre sencillo y su apellido criollo, pero sus nietos y bisnietos la conocíamos como Mamamia. Fué una mujer de temple, se casó con el médico Luis Vegas y  crió a siete hijos, muchos de ellos eminentes venezolanos, Luisa Amalia, Martin, Rafael y Armando. Los recuerdos de mi bisabuela remontan a los cuatro años de edad, cuando mis padres, en uno de sus largos viajes, me dejaron a cargo de mi abuela Mimi, que cuidaba a su mamá, Mamamia, que ya estaba muy viejita, cercana a los 94 años. Era una casa grande de varios pisos en la urbanización El Rosal, oscura y húmeda, llena de maderas que de noche crujían. Mamamia entraba sigilosamente a mi cuarto cada noche a contarme un cuento, eso recuerdo muy bien. Siempre he sido insomne y un buen relato se encargaba de adormecerme. Recuerdo también que me asustaba la muchacha de servicio porque tenía una larga cabellera que le llegaba casi a los talones y yo no entendía él porque nunca se había cortado el pelo. Mi bisabuela me trató de explicar que lo había hecho para pagar una promesa, difícil de entender para una niña pequeña. Un día Mamamia no regreso a mi cuarto a relatarme el acostumbrado cuento, y así pasaron varias noches. Yo, alarmada, le pregunté a mi abuela acerca de la abrupta desaparición de la bisabuela. “Ella se fué a un largo viaje” respondió , y yo me dediqué a esperar que regresara. Pasaron meses y años, y aun la esperaba. Ya más grandecita, me enteré que Mamamia había muerto de vieja, durante esa estadía tan memorable que tuve en casa de mi abuela materna. Por eso sé que el recuerdo más antiguo y nítido de mi infancia emanó de esta grata experiencia contando yo con cuatro años. Siempre recordaré a Mamamia como la guardiana de mis primeros sueños y la cuenta cuentos más fabulosa de mis primeros años.