domingo, 10 de marzo de 2013

Amores Perros


 

 Siempre he sido una amante de los gatos, " a cat person" , como dicen en ingles, pero por mi vida han pasado algunos perros con historias divertidas, asi que narrare algunas de ellas. El primer can que recuerdo se llamaba Sigfrido, papá creo que lo nombro así por la ópera de Wagner, ya el solo nombre era cómico, y se trataba de un agitado salchicha, que jugaba todo el día persiguiendo a mis hermanos y a mi, en un estado de excitación continuo, donde el pobre no entendía que era el descanso. Estuvo con nosotros un tiempo no definido hasta que un día mama decidió regalarlo porque ya su cariño se estaba convirtiendo en mordiscos, y fuertes, así que le tuvimos que decir adiós. El próximo perro fue un cocker spaniel, era un perro hermoso, de rubio y lustroso pelaje, pero de personalidad totalmente bipolar. Movía la cola de un lado a otro, que es signo de alegría en los perros, y al mismo tiempo gruñía ferozmente. No llegó nunca a morder, pero allí estaba la amenaza. Este animal está loco, decía mamá, así que busco en poco tiempo a una familia adoptiva. Yo le tenía pavor, así que me contente cuando se le encontró otro hogar. Llego luego Poupée una perra cacri ( callejera y criolla), con nombre francés (muñeca), mediana, que vivía en el jardín, muy juguetona, pero la regalamos ya que pasaríamos un tiempo fuera del país. Estos fueron los perros de mi infancia, duraron poco pero los disfruté muchísimo. Sasha llego a casa mucho después, estando yo casada y con mis hijos pequeños. Era un hermoso golden retriever, color miel, con pedigree de padres ganadores en obediencia y en belleza. Lo tuvimos desde cachorro hasta los dieciséis años. No podía estar solo, quería ser amado y amar. Adoraba a mis hijos, pero parece que el gen de la obediencia no lo heredó de sus padres, porque era muy revoltoso y desordenado, así que poco lo dejábamos entrar a la casa, solo al final de su vida, ya el muy viejito, pasaba las noches adentro. Le encantaba comer mangos, y lo enterramos debajo de una de sus matas de mango preferidas del jardín. Estando Sasha cachorro, adoptamos una poodle blanca, juguetona, que le encantaba correr detrás del grandulón Sasha, pero resulto muy alérgica de piel, el jardín le hacia daño, así que partió a otro hogar. Hace un año llego Koi de sorpresa, de contrabando, un precioso labrador chocolate, cuando ya yo no quería tener perros. Lo adoptó mi hijo y me he encariñado con este grandulón que me tiene la casa patas para arriba, y estoy volviendo a aprender lo que es vivir con el más fiel amigo del hombre y de la mujer (aunque sigo prefiriendo a los gatos!).

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