lunes, 25 de marzo de 2013

Casa de Muñecas



Toda niña ha soñado alguna vez con tener una casa de muñecas. Es como jugar a ser un adulto pequeño, sin las responsabilidades. De pequeña tenía entre mis juguetes una hermosa casita, de varios pisos, cuartos, cocina, salones y baños donde estaban arreglados ordenadamente unos muebles miniaturas. Pero en realidad, lo que más ansiaba era una casa grande, donde yo pudiera entrar con mis muñecas y con mis amigas. Aun no sé por qué razón nunca la tuve. Aunque el espacio no era problema ya que mi casa tenía un jardín amplio lleno de arboles, creo que mis padres no me querían consentir demasiado. Una vez los escuché comentando que lo más probable que ese deseo muchas veces repetido, era un capricho mío, y que usaría la casita unos pocos meses,  luego la enviaría al olvido. Mi prima y mejor amiga de la infancia tenía la dicha de contar en el terreno de su casa, que para mí, era más bien un barranco, de una bella casa de madera blanca con dos habitaciones. Pasábamos allí horas jugando, entrando y saliendo de sueños infantiles.  A escasos metros sonaba un riachuelo que bajaba del cerro Avila, transmitiendo armonía y paz.  Primos malvados y mayores, cuando venían de visita, nos asustaban, a tal punto de nosotras soltar alaridos que espantaban al resto de la familia. Pero ese pánico era parte de la diversión.

Sigo creyendo que uno de los mejores juguetes de mi infancia fué esa casa de muñecas, que aunque ajena, se convirtió en mi diversión de muchos meses y años.  En eso mis padres no tuvieron la razón.  Es quizás por ello, que mis hijos si disfrutaron de una bella casita , con porche, dos pisos y un lindo techo de dos aguas.  Crecidos ellos, decidí demolerla, ya que se estaba pudriendo y ya no era casa para las muñecas sino guarida de animales de la noche, rabipelados, ratas y ratones.

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