martes, 12 de marzo de 2013

Mimi y las Mil y una Noches


 

Mi abuela materna se llamaba María Teresa, pero sus nietos la llamábamos Mimí, nombre que acuñó mi hermana mayor y que ni siquiera ella sabía de  donde había salido . Mi abuela siempre nos decía que  era muy “picaresco”.  Mis padres acostumbraban viajar constantemente al exterior motivados a compromisos laborales de papá, y Mimí se quedaba a cargo de mis hermanos y mi persona. Además de su bondad, entrega y cariño hacia nosotros, quizás lo que más recuerdo fueron sus cuentos. Cada noche se acercaba a mi cama a contarme relatos fantásticos que provenían de su imaginación, jamás se ayudó de un libro, ni de nada parecido. El cuento de Las Mil y una Noches fué el que más me gustó. Relataba mi abuela que en lejanas tierras árabes, existía un sultán muy poderoso, que cada noche pedía una nueva esposa y en la madrugada la mandaba a matar. Un día, le enviaron a la hija del visir, llamada Scherezade. Era una joven muy inteligente y no quería morir, así que ideó un plan. La primera noche con el sultán, empezó a relatarle un cuento maravilloso,  y al llegar el alba lo dejo inconcluso, prometiéndole a su marido finalizarlo la noche siguiente. Este cuento se fué alargando noche tras noche, hasta llegar a las mil y una noches. El sultán quedó tan fascinado ante la habilidad de Scherezade que decidió conmutarle  la pena viviendo feliz con ella para el resto de sus días. Entonces Mimí, me contaba noche tras noche un cuento inconcluso, hasta llegar a cientos de ellos, todos fantásticos, llenos de alfombras voladoras y de princesas rescatadas por hermosos y valerosos príncipes. Yo, como una esponjita absorbía estos relatos que provenían del imaginario de mi abuela, y mi mente se paseaba por los cielos estrellados del oriente.

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